30/7/11

Ñ 1 · El sonido EÑE

Estoy tentado de empezar esta aproximación a la eñe tratando de introducirme en ‘sueño’. Pero intuyo que, aún siendo una ciudad importante, ‘sueño’ no es la capital del reino de la EÑE. Es posible que hasta mucho más adelante no sepa cuál es la capital, o tal vez que no lo averigüe nunca. ‘Año’ no es lo suficientemente universal y ‘seña’, ‘señal’ o ‘signo’ creo que son demasiado recientes —habrá que verlo—. ‘Niño’ es importante, y también ‘señor, señora’. Pero lo lógico sería pensar en una acción, en un verbo, y en ese caso me viene inmediatamente a la cabeza la palabra ‘añorar’.

¿Por qué tengo que encontrar la capital? Porque necesito acoplar la música de la palabra a mis sensaciones, y es mucho mejor encontrar músicas con el mayor número de resonancias posibles. Es mucho más potente su influjo. Ahora estoy pensando, sin embargo, que el objetivo final de este trabajo es hallar la sonoridad esencial de la Ñ aplicada a diversas palabras básicas, pero no más importantes unas que otras. La energía del sonido es demasiado pura como para que esté contenida por completo en un concepto. Sólo podemos aproximarnos a diversas facetas, manifestaciones parciales (¿infinitas?) de su esencia. Tal vez el concepto de capital me ha servido durante una época, y ya no es válido. Pero no importa. Dejemos las reflexiones formales para más adelante. En todo caso, he dado con una palabra que me parece fundamental:
Entraña. Ya sé por qué me gusta, por qué me suena tan intensamente la ñ en esta palabra. Además de ese sonido en la tercera sílaba, la primera parte, ‘entr’ indica algo interior, algo dentro. La ñ dentro. O sea, es una reduplicación. Si el sonido ñ indica, según mi hipótesis, energía guardada, energía en estado de condensación pero no activa hacia fuera, un núcleo (¡ojalá fuese “ñúcleo”!) central débil y fuerte a la vez, desconocido, reconcentrado, básico..., si la ñ es la energía vital oculta en el núcleo, entonces las palabra ‘entraña’ es una magnífica representación sonora de todo ello.
El DRAE [1] dice: ‘Entraña’. (Del pl. n. lat. intranea, intestinos.) Cada uno de los órganos contenidos en las principales cavidades del cuerpo humano y de los animales. Nótese que, hasta aquí, el término hace referencia a algo bastante frío, conceptual. Órganos, casi objetos fisiológicos. En este sentido, es homónimo de ‘víscera’. Lo busco en el mismo diccionario y ¡aleluya! ‘Víscera’. Cada uno de los órganos contenidos en las principales cavidades del cuerpo humano y de los animales. Entraña.
¿Pero cuál es la diferencia entre ‘entraña’ y ‘víscera’? Si no hubiese diferencias importantísimas, ¿para qué iban a existir dos palabras que, conceptualmente significan exactamente lo mismo? La diferencia es la parte connotativa que el sonido de la música de cada una ha despertando en el hablante y que (en uno de los casos) ha llegado a crear expresiones tan universales que incluso vienen recogidas bajo el epígrafe de frases adverbiales en un libro que llamamos diccionario, como ahora veremos. ¡Casi nada! ‘Víscera’, en el DRAE, termina ahí. A pesar de la fuerza de esa esdrújula, de esa V inicial, de esa SC que, por un lado corta como un cuchillo y, por otro, hace patente lo resbaloso, lo tumefacto de lo que describe, no ha generado tantas expresiones emocionales como ‘entraña’. Esas que, en los diccionarios aparecen detrás de la abreviatura “fig.”, o sea “en sentido figurado”. Veamos lo que el pueblo le ha añadido a entraña: “2. Lo más íntimo o esencial de una cosa o asunto. // 3. pl. fig. Lo más oculto y escondido. (...) // 4. fig. El centro, lo que está en medio. // 5. fig. Voluntad, afecto del ánimo. // 6. fig. Índole y genio de una persona (...) Hacer las entrañas a una criatura. fr. fig. y fam. Darle la primera leche. (...) Sacar la entrañas a uno. fr. fig. y fam. Sacarle el alma.
Se ha emparentado, hermanado, ‘entrañas’ con ‘alma’. Curioso, ¿no?
Por otra parte, me está pareciendo cada vez más evidente que lo que sucede con esta palabra en España pudiera ser paralelo a lo que en México ha sucedido con la palabra ‘madre’. La pena es que en el DRAE no vienen todas las acepciones latinoamericanas (¡y debería!) [2]. Pero puedo asegurar que a mí alguien me ha dicho en  actitud muy amenazadora, en Tuxla Gutiérrez, México, “te voy a partir la madre”, y sé que se refería a algo muy profundo dentro de mí. A mi alma, seguramente.
Entrañas, “dentro de las añas”, dentro de la ‘eñe’.
En definitiva, intranea (palabra latina de la que procede ‘entrañas’, o en singular, intraneus), en mi cochambroso diccionario Spes de bachillerato es “interior, privado.” Para nosotros, simplemente, “lo de dentro”.
Extraño -a, lógicamente es lo contrario. Lo ajeno. La primera acepción del DRAE dice que (...) contrapónese a propio., y la cuarta: 4. Dícese de lo que es ajeno a la naturaleza o condición de una cosa de la cual forma parte. 
Aña dice el DRAE que es ‘nodriza’ en Álava. Y el diccionario de eusquera Elkar da ‘aña’. 1. Niñera, aya, tata. 2 Nodriza. ¿Hay algo más entrañable y afectuoso para un niño que una aya? Y la terminación en -aña, -año es un sufijo de sustantivos y adjetivos procedentes del latín: ‘soterraño’, ‘extraño’, ‘entraña’...
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Pero visitemos otras ciudades, deteniéndonos en cada una lo que nos apetezca:
Coño. No me queda más remedio ahora que meterme en la palabra ‘coño’ porque, suene o no suene así, es conceptualmente, o mejor dicho, semiológicamente, precisamente una buena descripción de ese núcleo, en el universo de lo sexual.
‘Coño’ tiene otras músicas. Esa K al principio la hace muy dura, muy popular. Es rotundo el comienzo de la sinfonía COÑO. La hace tan terrestre... Y las dos “oes”. Dos “oes” en una palabra bisílaba la convierten en casi un objeto. Algo que cojo, que toco, que sobo, que como, que follo. Es un término, indiscutiblemente, de uso casi exclusivamente masculino.
¿Qué diferencia hay entre CONO y COÑO. Aparentemente, abismal. ‘Cono’ no tiene pelos, ni tiene una llamada, una voz interna, imantada, que hace que te centres en lo que contiene, en el interior, porque cuando uno dice CONO está refiriéndose a la parte externa, a la figura geométrica pura, pulimentada, al sombrero de hada, al tejado de la torre. Lo interior del cono no es algo que aparezca en la palabra, a no ser que se diga que es un cono invertido, que ya recuerda más a ese otro cono que es el embudo. ‘Coño’ tiene ya el misterio de algo profundo y desconocido que habita en su interior. Un cono misterioso.
“¡Coño!” es, curiosamente, una de las interjecciones más usadas en nuestro país. Y tiene una Ñ.
Maña. “Tener maña” es tener mucho más que habilidad. Es algo más intrínseco de la persona, más consustancial. “Más vale maña que fuerza”, dice el dicho. La maña tal vez se aprenda, pero es un aprendizaje vital, basado en la experiencia, en la dureza de la vida, en la sabiduría manipulativa y manipuladora, actitudinal. Un tipo mañoso es mucho más que “un manitas” (que un tipo ¿“manoso”?). Y además, se pueden amañar las cartas, los tratos, los juicios... La maña se lleva en la sangre, como la mafia o la zafia.
Se me ocurre asociar ‘maña’ a algo mío, o algo miño (gallego). Ese egoísmo que tiene la maña, está en miño.
Aquí la N y la Ñ puede que estén más relacionadas: algo tiene que ver la ‘maña’ con la habilidad manual, por lo menos en su origen. Y Corominas [3] también asocia ‘maña’ con “manía: maña hecha hábito” en los animales.
Artimaña: (arte + maña)
Añagaza. (Del árabe an-naqqaza, la caza.) Señuelo para coger aves.
España. Y también Cataluña, y también los maños, y los extremeños, y los montañeses de Cantabria...
El famoso misterio entrañable de España está en esa letra Ñ de su nombre, que en inglés nos lo han quitado: tan ajenos ellos a todo este drama unamuniano (a ellos nunca les podrá doler España). Aunque, bien pensado, no es tan radicalmente diferente Spain. Así, simplemente escrito suena a jabón de tocador, o a luz brillante. Sin embargo, como lo pronuncian ellos (“spein”), les suena a dolor (pain), a pena. Pero hay demasiadas evidencias sonoras y poca profundidad. Demasiado efímera parece esa tragedia llamada “spein”. Estaría mucho más claro para los anglosajones si fuesen capaces de pronunciar (y por lo tanto de entender) el sonido Ñ. Nos conocerían más, como nos conocen los franceses o los italianos, o los rusos, aunque estén más lejos. Y de una manera más intuitiva, menos plana, cosificada.
Los fascistas, nacionalistas, ultramontanos, dicen “¡Vivas... paña!”, y la P y la Ñ son su fuerza de disparo y de quejido, de puñetazo y de llanto, respectivamente. Su paño de lágrimas.
Cariño. Por ejemplo, ¿cómo modula la Ñ, aquí en la tercera sílaba, la trayectoria sensorial ya iniciada en CARI? Para ello tenemos que tratar de identificar mínimamente lo que nos trasmiten las dos primeras sílabas. ‘CARI’, indudablemente, ya posee unas connotaciones afectivas claras: Cor-coris es ‘corazón’, de ahí ‘querido’, ‘caro’,‘cordial’, ‘acuerdo’... Pero es más amable aun con la A en lugar de la O, y con esa I al final, que reduce y suaviza siempre las emociones, las infantiliza. CARI, ya de por sí transmite algo amable y tierno, como ‘caricia’, ‘carita’ (dim. de ‘cara’), ‘caridad’... En italiano carino -a es ‘bonito -a’. Bien, ¿que hace la Ñ, pues, con ese bagaje previo, tan delicado? Lo hace suya, es decir, lo hace del hablante, lo introduce en lo más profundo de su ser, en sus entrañas, y lo convierte en un sentimiento propio, personal, íntimo, activo en su seno —no aún hacia el exterior—. Lo guarda en su interior.
Comparemos ‘Cariño’ con algo parecido en lo formal. Carroño (DRAE. Podrido, corrompido), o carroña (2. fig. Persona, idea o cosa ruin y despreciable), son otro cantar. Aquí ha desaparecido esa I amable y se ha convertido en O, y, sobre todo la R simple se ha convertido en RR fuerte (en el siguiente capítulo hablaremos sobre este sonido). Caro, según Corominas, es en italiano ‘carne’. No es de extrañar que para la carne putrefacta se haya reduplicado esa R. (Carro3 o carra: En Álava: Podrido, pasado.) Por lo demás, en este caso, dado ese material tan potente, tan activo, tan denso, la Ñ subsiguiente cumple una función de añadirle un reforzamiento emocional, le da una intensidad sensitiva interior, le da incluso el sentido nasal del olfato. No pocas eñes indican asco.
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Ahora pasaremos rápidamente por algunas de las más importantes palabras en donde se puede intuir, en muchas ocasiones sin necesidad de comentarios, la función de la ‘eñe’ como la he definido. Recordemos: energía reconcentrada, energía en estado de condensación y muy activa, pero no hacia fuera.
Beleño. Planta narcótica. “tal vez del latín venenum.
Bisoño. (Corominas:) Soldado nuevo. Nuevo en un oficio, inexperto. Del italiano bisogno ‘necesidad’, aplicado por los italianos en el S. XVI a los soldados españoles recién llegados a Italia, probablemente por lo mal vestidos que iban, como reclutas allegadizos. Besoin en francés es “necesidad”.
Boñiga.
Buñuelo. Rellenos de aire o de crema.
Calaña. 2. Índole, calidad, naturaleza de una persona o cosa.
Cañí. De raza gitana. (“España cañí”, casi nada).
Caña, cañón, canuto. Las cañas y todos su derivados, hacen, fundamentalmente, alusión a su característica de ser huecas. ‘Caña’, popularmente se utiliza también en otro sentido: incitar, provocar, excitar, y golpear (“dar caña”, “meter caña”)
Carantoña. Muy emocional.
Cizaña. Lo malvado, lo venenoso en el interior de lo sano.
Constreñir. Especialmente expresiva esta palabra, ¿no? No es que algo apriete, estruje, estreche desde el exterior, es que comprime por dentro.
Cuña. Parecido efecto. Algo entra hasta el fondo, para luego poder sacarlo o fijarlo ahí.
Dañar. El estropicio queda dentro, en la estructura básica.
Desdeñar.
Desentrañar.
Diñar, diñarla. Morir. Popular y fuerte. Por lo visto viene del caló, y significa ‘entregar’. Se entrega el alma.
Empeñarse.
Enfurruñarse.
Engañar.
Escudriñar.
Estreñido
Gañido. Aullido del perro cuando lo maltratan.
Gazmoñería. Afectación de modestia, devoción o escrúpulos.
Greñas. 2. Lo que está enredado y entretejido con otra cosa, y no puede desenlazarse fácilmente.
Gruñido. 2. Voz ronca del perro u otros animales cuando amenazan. (Pero aún no atacan.)
Guiño. (...) Hay en el gesto una oculta complicidad emocional que puede llegar a ser muy intensa. Un guiño (un aviso en el momento oportuno) puede haber salvado una vida en una situación dramática, y también un guiño (una discreta señal de seducción) puede haber unido dos vidas hasta entonces desconocidas.
Guiñapo. Muñeco con paja en las tripas.
Huraño. Hurón solitario, sombrío y triste. La connotación que produce la palabra es, “triste y reconcentrado, encerrado en su propio mundo”
Jiñar. Cagar. No viene en el DRAE, pero todo el mundo en este país la conoce. Corominas sí la cita, como gitana, para explicar el origen de la palabra ‘jindama’ (miedo). Para ver la relación con las interioridades propias, hay una expresión, ya en desuso, que es muy plástica: “hacer de vientre”. La utilizábamos de pequeños en el cole, como fórmula socialmente aceptable. Sería, por cierto, interesante estudiar todas esas expresiones escolares. Como anécdota, me contó una amiga que iba a un colegio de monjas irlandesas que en su clase siempre se decía poniéndose de pie: “Me hago pis”, y la hermana te dejaba ir al lavabo sin más. A cualquiera podría extrañarle la llaneza, incluso la inelegancia de la expresión para las señoritas alumnas de un colegio de lo más finolis. Hasta que un día, pasados algunos años, se enteró que lo que en realidad decían todas era “May I go, please?” (“¿Puedo ir, por favor?”) Los británicos siempre tan elipsistas.
También, y más antiguo, es eso de “hacer de cuerpo”, que me parece ya una salvajada.
Maraña. Desentrañar la maraña.
Migraña. Sólo ya por el sonido, una cefalea, a su lado, se queda en algo tan inocente y suave como un juego de niños.
Moño. No deja de ser un ovillo de pelo.
Muñir. 2. Concertar, disponer, manejar las voluntades de otros.
Ñoño. La exageración de la eñe. La eñe elevada al cuadrado. Ésta es una de las poquísimas palabras que comienzan por eñe. Excepto ésta y otras dos o tres, la mayoría (la cincuentena restante que aparece en el DRAE —debe de haber muchas más) son de origen latinoamericano. No cito lo que da el DRAE de ella porque no estoy de acuerdo. Ñoño, para mí es cursi, blandengue, sensiblero. Ñ+Ñ
Ordeñar.
Patraña.
Pergeñar.
Plañidera.
Ponzoña. Emponzoñado. Muy expresiva. El veneno reconcentrado, o bien introducido dentro del organismo. Da miedo y repugnancia la palabra.
Preñar, preñada. ¿Hay que decir más?
Puño, puñado, puñal. Un puño es una mano cerrada.
Rapiña.
Redaños. Fuerzas, bríos, valor. ‘Cojones’, en una palabra. O ‘entrañas’.
Regañar.
Reñir.
Roña. La suciedad bien metida en la piel, o en cualquier superficie.
Roñoso. Hay que rascarse los bolsillos para no ser tacaño. La roña, por otra parta, es esa suciedad bien incrustada, difícil de sacar.
Saña. Fortísima.
Tacaño.
Tañer. El tañido de la campana, por ejemplo. Tiene la palabra su propia sonoridad profunda.
Teñir. Cambia una de las esencias de algo, y dentro del tejido mismo: el color.
Terruño. Suele tener un uso muy emotivo esta palabra.
Tiña. ¡Si la envidia fuera tiña!
Triquiñuela.



[1] Diccionario de la Real Academia. 21ª Edición. En adelante, DRAE.
[2] Esto está escrito antes de la aparición de la vigésima segunda edición del DRAE, que sí las incluye.
[3] Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid, 1983

29/7/11

Ñ 2 · A+Ñ

Hagamos ahora una simple prospección, para no sumergirnos en los 2.747 términos distintos (no entradas) que, según el DRAE en CD ROM hay en el diccionario. Para ello, nada más imparcial que tomar las eñes que aparecen en la A, en la primera letra. Se puede decir que, en principio, he elegido las más importantes, las más utilizadas, aunque incluyo la lista de las 81 palabras que he encontrado, página por página, en el Casares [1], que es un diccionario más antiguo que La Tana.

Acompañar. Ya sé que habría que remitirse directamente a ‘compañero –a’, o a ‘compañía’, pero a veces los verbos aportan algo extra por el hecho de ser una acción. Y, por otro lado, nos permiten apreciar su estructura formal, es decir cuáles son las partículas que forman la base y cuáles podrían ser añadidos (prefijos o sufijos no gramaticales) que la adornan. Así, observamos que existen otros verbos (en los sustantivos es más difícil rastrearlo, porque se han conformado de otro modo) que terminan en PAÑAR, como ‘apañar’ y ‘empañar’. Podríamos colegir, entonces, que ‘pañar’ es la sustancia principal y A, EM y ACOM (tal vez originariamente COM o CO) son prefijos que producen variaciones sobre la misma base original. La cuestión es que no sabemos qué podría significar ‘pañar’.
Corominas dice de la etimología de ‘acompañar’, o de ‘compañero’, algo relacionado con personas que comparten el mismo pan. Me gusta. El problema es que tanto ‘apañar’ como ‘empañar’ los remite a ‘paño’.
En cualquier caso, no me preocupa tanto la etimología de las palabras como los componentes emocionales que portan en su sonido, en su música, como ya dije. Y esto solo puedo hallarlo de una manera intuitiva. Cuando Miguel Hernández escribe: “Compañero del alma, compañero”, en su elegía a Ramón Sijé, creo que está haciendo vibrar esa cuerda con mucha intensidad. Compañero es mucho más afectuoso, más íntimo que amigo, o al menos, más profundo, aunque la amistad sea algo más duradero tal vez. Un compañero, podría decir yo, es alguien con el que comparto la EÑE.
Más contractual, parece. Más en cada presente, como cuando se convive en un largo viaje. No en vano los anarquistas han utilizado la palabra compañero o compañera en sustitución de esposo o esposa, palabras éstas que dan más idea de unión permanente (hasta que la muerte los separe, que se dice). Los maoístas, sin embargo, que deben de preferir la fidelidad (ideológica) hasta el final, utilizaban el término “compañero de viaje” para referirse a alguien válido sólo mientras dure el viaje hacia la revolución, un colaborador circunstancial, a la larga no demasiado fiable. Así les fue a los maoístas.

Acuñar. Poner el cuño o troquel con el que se sellan la moneda, las medallas y otras cosas análogas. Impresión o señal que deja este sello.
Quiero subrayar la diferencia ostensible que hay entre ‘acuñar’ y ‘acunar’, para los que aún tengan la tentación de asimilar automáticamente la eñe a la ene. Hay muchísimos otros ejemplos que demuestran las enormes diferencias (y que ilustran acerca de sus particularidades), como por ejemplo entre ‘pena’ y ‘peña’, ‘mono’ y moño’, ‘anejo’ y ‘añejo’..., por poner solo unos ejemplos.
Acuñar es dejar una impronta en el seno de algo; es poner una firma personal (o un signo representativo) en el duro metal. Se acuña con fuego, se penetra en la materia y la marca queda indeleble. Estamos, pues, ante una acción que sugiere dotar de identidad, de significado, de vida propia a algo que era anónimo e inerte.
A lo mejor, ahora que lo pienso, tampoco está tan alejado esto de ‘acunar’.

Adueñarse. Es el acto de tomar posesión de algo que anteriormente no era propiedad de uno. Se refiere a ese instante, tal vez fugaz (robo, apropiación) de uso de la fuerza, de habilidad, de maña, en que el sujeto ‘se hace con’ el objeto o la situación. Un golpe de mano.
En cierto modo se puede asociar perfectamente con apañar: Recoger y guardar alguna cosa. Asir. Apropiarse, con ‘apañuscar’ (preciosa palabra, con la explicación del Casares): Coger y apretar entre las manos alguna cosa, ajándola, y con apuñar o apuñear: Apretar la mano para asegurar lo que se lleva (naturalmente, en el puño). Hemos pasado, pues, de lo general a lo particular o, mejor dicho, de lo abstracto en el acto de poseer (adueñarse) a lo concreto (apuñar), y todavía podemos ir más dentro (o más abajo) en la connotación que hay en ese hacerse dueño, guardar para sí, con la expresión arrebatiña: Acción de recoger precipitadamente alguna cosa cuando son varios los que pretende apoderarse de ella. Todo es meter para dentro, con distintos estilos y en distintos ámbitos, ¿no? Y en todos los casos veo implicaciones arteras.
Por otra parte, en adueñarse no podemos dejar de hacer referencia a la palabra dueño. Baste decir que en la lírica amorosa, “mi dueña” era mi enamorada. El DRAE dice de dueño: (Del lat. dominus. El que tiene dominio o señorío sobre persona o cosa. (...) Es fantástico: dominus es ‘señor’ y, evidentemente, ha producido también dominio, dominar (y domeñar, que es más, que es someter por la fuerza a alguien que se resiste). Pues bien, ‘dueño’ parece que junta esos dos significados.
Además, para mí, tiene más carga personal, hay implicadas más vísceras en el hecho de ser dueño de algo o de alguien que en el hecho de poseer, tener, disfrutar de.

Alimaña. Viene de animalia, según Corominas (“los animales”, en latín), pero quedó para uso solamente de los animales perjudiciales. Es curioso lo que pasa con la evolución de las palabras. La eñe le da al concepto de animal un carácter intrínsecamente perverso. Y así se emplea también en sentido figurado: llamar alimaña a una persona es calificarla de malvada, pero malvada sin sentimientos, cruel o despiadada. Una alimaña lleva el mal tan dentro, forma parte tan de su esencia, que uno pierde el tiempo depositando en ella la más mínima confianza.
Tampoco debemos pasar por alto el componente de habilidad maligna que sugieren las dos últimas sílabas de ‘alimaña’, y a las que ya me referí anteriormente.

Añadir. Tenemos que el origen es addere, del verbo addo. Additum es adición, suma. En todo caso podía haberse convertido simplemente en ‘adir’, verbo sólo utilizado en la terminología legal para referirse a la aceptación de una herencia, y en Aragón (distribuir, repartir equitativamente), que no tienen mucho que ver con el concepto ‘añadir’.  Y sin embargo esa raíz ‘adi-r’ está presente en palabras como aditamento, adición o aditivo.
Corominas ha encontrado su uso por primera vez hacia 1.140 bajo la forma primitiva de ‘eñadir’. Nos viene al pelo, ¿no?. Eñe-adir.
No puedo dejar de sugerir una idea, de nuevo basada en la ciencia de la intuición: si tuviéramos que definir plásticamente las acciones de cada uno de los siguientes verbos, en apariencia sinónimos, comprobaríamos que la nota eñe es crucial para establecer diferencias:
adjuntar   sumar    adicionar    agregar    añadir
Los tres primeros, desde luego, podrían describirse como acciones de colocar un algo al lado de otro algo para luego poder considerar al conjunto como un todo. ‘Agregar’ también, aunque parezca menos claro: agregar: Unir o juntar una persona o cosa a otras. Y gregario: se dice de los animales que viven en rebaños o manadas. O sea, unidades indisolubles excepto si el conjunto se considera como unidad.
Sin embargo, ‘añadir’, para mí, tiene connotaciones de algo que se agrega a un todo para ser mezclado en su seno y conseguir un nuevo todo transformado. En este sentido, se utiliza, lógicamente, en el arte culinario, en la química... Bien es verdad que no exclusivamente, porque se emplea también en todo tipo de situaciones como sinónimo de adjuntar y de agregar.
En el arte culinario, se utiliza también el verbo aliñar: Casares: Preparar, aderezar, condimentar. Hay otra acepción que da este mismo diccionario y que también concuerda con la idea de interiorización: arreglar o concertar los huesos dislocados. Y arreglarse, para no parecer desaliñado (desarreglado, desaseado, descuidado.) El aliño (DRAE: 3. disposición para hacer alguna cosa) no deja de ser algo muy personal.

Añejo. Seguramente aquí hay que hacer referencia a ‘año’, pero me parece relativo. En cierto modo puede ser independiente de esta palabra, porque no indica un periodo de tiempo concreto. Añejo: (Casares) Que tiene mucho tiempo. Añejo: (DRAE) (De latín anniculus, de un año.) Dícese de ciertas cosas que tienen uno o más años. Y lo cierto es que un trozo de tocino se puede poner añejo mucho antes de que haya transcurrido un año.
Desde luego no es lo mismo que ‘viejo’ o ‘antiguo’. Hay en la calidad de lo añejo algo reconcentrado, casi siempre un sabor que se ha intensificado, a veces hasta estropearse y, especialmente, por el valor que adquiere ese sabor más acendrado). ¿Se emplea, en sentido estricto, solo con respecto a alimentos que fermentan: vino, queso, embutidos...? ¿Solo con respecto a cosas que estaban vivas?
Añicos. Algo que se hace añicos es algo que se rompe en fragmentos muy pequeños. ‘Añicos’ es una palabra mucho más dramática, por decirlo así, que ‘pedazos’, ‘trozos’, ‘fragmentos’... Los veo plásticamente como cachitos caídos en el suelo, cada uno de ellos con un poquito de vida latiendo en su seno, pero con la imposibilidad de reunirlos para formar la vida completa del objeto. Se aplica también a personas destruidas física o moralmente.
La eñe aquí es el elemento que une esta palabra con otras citadas anteriormente: parece que hay ocasiones en que las personas se sienten  en la necesidad de apañar, apuñar o incluso apañuscar determinadas cosas muy importantes para evitar que caigan y se hagan añicos.
Añil. Qué decir del color añil, o índigo, uno de los más misteriosos tonos del arco iris, puesto que es autónomo e independiente del azul y del violeta. Ese color que, añadido al agua del último aclarado de la ropa blanca, la hace más blanca...

Año. Del latín annus. Creo que es una de las principales ciudades del reino de la Ñ. Aunque Corominas hace derivar la cosa hacia animales de granja que tienen un año (annuculus: añojo), yo veo que la palabra tiene relación con ‘anillo’, o sea, con ‘ano’ (anillo es evidentemente el diminutivo de ano). Anillo es anulus en latín, y ano no lo encuentro en este puñetero y represivo diccionario Spes, de mi época de bachiller, que tiene el Nihil obstat el 21 de Septiembre de 1949 y el imprímase de Gregorio, obispo de Barcelona. Porquería total. Bueno, no importa. Pero si ano y anillo son la circunferencia, año es lo que hay dentro, el círculo.
Ano/año. Parecida a la transposición ene/eñe que se da en cono/coño, anteriormente citada. Es decir, como mi amigo Fernando Sotuela colige con magnífico criterio alquimista, nos encontramos con los dos polos de un mismo concepto, con lo yin y lo yang, lo prominente y lo cóncavo, el continente y el contenido juntos y unidos casi en la misma palabra (el casi se refiere a la tilde de la Ñ). Los conceptos opuestos habrían surgido siempre, como gemelos, de una primigenia unidad.
Porque, desde luego, un año no es tan solo una medida exacta del tiempo, trescientos sesenta y cinco días y pico, o, según la definición del diccionario, el tiempo que transcurre en una revolución real de la tierra en su órbita alrededor del sol. Es justamente lo que puebla, lo que habita esa medida vacía, esas casillas compuestas de días y de minutos, o bien llenos o bien aún por llenar de vivencias pasadas o futuras, de lluvias y de sequías, de venturas y desventuras, de nacimientos y muertes.
Anillo de tiempo, sí, pero con la eñe, para reforzar las connotaciones vivenciales, emocionales que, indudablemente, posee el transcurso del tiempo.

Añoranza: Aflicción causada por la ausencia (Casares). Poco hay que decir de esta palabra que no esté ya dicho en el sonido de esa eñe. Si le quitásemos la primera A se quedaría en “ñorar”. No existe este verbo en el diccionario, pero ¿a qué otro verbo lo asimilaríamos, y tendría casi demasiada carga de compasión? Para dar pistas innecesarias, digamos que Corominas pone en el origen de ‘añorar’ el catalán enyorar.
Hay, en todo caso, suficientes componentes de afectividad, de sentimiento íntimo y profundo, de emoción estancada, como para considerarlo como un perfecto caso de afianzamiento de la hipótesis que queremos demostrar.
Morriña, por cierto, es uno de sus sinónimos, en gallego. Morrer: morir. Murria (Dicc. X. L. Franco): melancolía, tristeza. Morriña (¿murriña?) es su diminutivo, pero reduplica su significado con esa eñe.
Mención aparte deberíamos otorgar a ese sufijo -iño, -iña que, en gallego, es un diminutivo siempre cariñoso pero también profundo, intimista, entrañable, y que se adapta perfectamente a nuestra idea. Pero doctores tienen los gallegos para hablar de ese tema.

Añudar. Ésta es la única palabra que traigo aquí de la A+Ñ que no es importante, es más, me parece que ni siquiera está en uso actualmente, aunque el DRAE no le pone la abreviatura ant., de anticuada. Significa ‘anudar’. Pero una cuerda añudada me parece mucho más difícil de desatar que si solo está anudada.
También tenemos añublar: anublar (o sea, nublarse). La impresión es la misma. Tiene mucha más fuerza la expresión antigua.

Araña. ¿Se podría decir que una araña araña? No es exactamente la acción que más le cuadra. Yo diría que una araña pica, o muerde. Pero, pese a esa similitud (o igualdad, mejor dicho), no buscaría yo por ahí. 
Consulto el Covarrubias, el primer diccionario de la lengua española, que nos dice que proviene del verbo arach, hebreo, que significa ‘tejer’, y además cuenta Ovidio en una fábula que una doncella libia, Arachne, gran hilandera, quiso competir con la diosa Palas, perdió la apuesta y, humillada, se ahorcó. La diosa le salvó la vida pero la convirtió en “el animalejo infecto dicho araña”. Velázquez se inspiró en este mito para pintar sus Hilanderas. Arachne nos puede llevar a Ariadna (también con su hilo para sacar a Teseo del Laberinto del Minotauro).
Hay engaño, triquiñuela, artimaña, añagaza, una vez más. Una sorpresa oculta. Es realmente expresivo que para describir cómo se teje una tela de araña (una trampa mortal para un insecto que caiga en su seno), se utilice la palabra ‘urdir’. Porque, además de telas (con la urdimbre del telar), también se urden trampas.

Arañar es otro cantar. Covarrubias, que es maravilloso, dice: rascuñar, hacer rascuños con las uñas. Y díxose araño de arar, porque dexa arado el cuero. Siempre vamos hacia el interior, hacia lo profundo, aunque sea de la corteza de la tierra, o de la piel. Y cita la prohibición de las leyes de las doce tablas de que las lloraderas o ‘plañideras’ se arañasen la cara en las ceremonias de enterramiento. Debían de dejársela llenas de surcos de dolor (eso sí: a tanto el surco).

Bien. Aquí lo dejamos, por el momento. Sólo añadir un dato curioso que me ha hecho llegar Arsenio, mi amigo asturiano. El concejo de Ponga, cuya capital es San Juan de Beleño, debe de ser la zona donde más se utiliza la eñe. La toponimia del entorno no deja lugar a dudas. Existe una Peña Ñorín, una Collada Ñochendi, La Ñabella, Ñaredi, Ñaceru, Ñazambrales... Y luego, en su habla, han sustituido la ene inicial de muchas palabras por una eñe. Y se sienten tan orgullosos de ello que tienen hasta una copla que dice así:
“Si ñon fuera por el ñon, los ñabos y la ñavaya, xente como la pongueta ñon la había en toa España.”
Me gustaría ir un día a conocerlos. Debe de ser gente tierna, cariñosa y muy suya. Entrañables, vamos.



[1] Cuando comencé este estudio, aún no tenía el DRAE, y menos aún la versión en CD.

28/7/11

Ñ 3 · Anexo A+Ñ

Tomadas del Diccionario Ideológico de Julio Casares
Abrepuño: Planta
Abrotoñar: brotar
Abuñolar - Abuñolado: Freír (que quede hueco)
Acañaverear: Herir con cañas en punta
Acañonear: cañonear
Acompañar
Acuñar: Troquelar. Poner cuñas.
Adeliñar: Preparar. Ir, dirigirse.
Adueñarse.
Agraceño: Agrio como el agraz (arbusto)
Albañal: canal de desagüe (inmundo). Deslucimiento.
Albañear: Trabajar en albañilería
Albañil
Albañila: abeja albañila
Alcuña: Alcurnia
Aledaño: colindante, confín, límite
Alfeñique: Pasta de azúcar. Delicado.
Alheña (arbusto)
Alheñar: Teñir con polvo de alheña. Anublarse las mieses
Alimaña: Animal perjudicial a la caza menor
Aliñar: Aderezar, preparar, administrar
Aliñado: Aseado
Almizcleño: Que huele a almizcle
Alzapaño: Piezas para recoger las corti­nas
Amañar: Darse maña. Astucia
Amorriñarse: Enfermar
Amuñecado: Que parece un muñeco
Aniñado-arse
Antañazo: mucho tiempo ha
Antaño
Aña: Nodriza
Añacal: el que llevaba el trigo al molino. Tabla...
Añacalero: Acarrea materiales para las obras
Añacea: Fiesta, diversión
Añada: Temporal (VER)
Añadido: Postizo. Trenza postiza.
Añadidura: lo que se añade de más en el peso
Añadir
Añafea
Añafil: Trompeta morisca
Añagaza: Señuelo para aves. Artificio...
Añal: Anual. Ganado de un año. Ofrenda a los difuntos
Añalejo: Calendario de oficios eclesiás­ticos
Añas: Zorra del Perú
Añascar: Juntar cosas de poco valor. Enredar
Añasco: Enredo
Añejo-ar: Envejecer
Añicos: Pedazos pequeños al rom­perse
Añil: Leguminosa. Color.
Añina: Lana que se esquila por primera vez
Añinos: Pieles de corderos.
Año
Añojal: Tierra que se deja erial
Añojo: Cordero de 1 año
Añoranza: "Aflicción causada por la ausencia"
Añorar
Añoso: de mucho años
Añublar: Nublar
Añublo: Hongo parásito de cereales
Añudar: Anudar
Añusgar: Atragantarse. Fig.: disgustarse
Apañado: Hábil, adecuado.
Apañador: "El que congrega gente para predicarle"
Apañalarse: "Acogerse a un lugar seguro"
Apañar: "Recoger y guardar alguna cosa" Asir. Apropiarse. Adornar, etc... Reparar...
Apaño: Persona amancebada con ella
Apañuscar: "Coger y apretar entre las manos alguna cosa, ajándola"
Apiñar: Reunir, juntar estrechamente.
Apuñalar
Apuñar-ear: Coger con la mano. "Apretar la mano para asegurar lo que se lleva"
Araña -ar
Arañón: Endrino
Arañuelo: Planta. Oruga. Garrapata. Red para cazar pájaros.
Árgueñas: Angarillas, alforjas
Armiño
Armiñado: blanco
Arrebañar
Arrebatiña: "Acción de recoger precipi­tadamente alguna cosa cuando son varios los que pretenden apoderarse de ella"
Arribeño: en la costa, el que procede de las tierras altas
Arriñonado (forma)
Aseñorado: Que imita a los señores

27/7/11

Ñ 4 · Doña Ñoña (Retrato)

Texto de un film de animación para un programa infantil de TV sobre las letras.


Doña Ñoña es una dama
con aires de gran señora
y lleva un moño en el pelo
que la hace muy graciosa.

Suele ser muy retraída
y bastante desdeñosa,
pues la mujer se enfurruña
por todo, por cualquier cosa.

Si se enfada de verdad
llega incluso a ser huraña,
gruñe, chilla, refunfuña
y si te pilla te araña.

No es de extrañar su mal genio:
en el fondo es melindrosa
y necesita cariño
más que ninguna otra cosa.

Añora las carantoñas,
los mimos y las caricias,
porque se siente muy sola
y tiene mucha morriña.

En el mercado es roñosa,
o sea, muy muy tacaña,
y con todo el mundo riñe
porque piensa que la engañan.

También es muy apañada,
trabajadora y marchosa,
pone mucho empeño en todo
y además es muy mañosa.

De niña era preciosa,
una muñeca de ensueño,
luego fue una señorita
ya con bastante mal genio.

Pero si quiere es risueña,
y aunque es ya tatarabuela,
a veces es más alegre
que un buen par de castañuelas.


                               (c) Miguel Ángel Mendo · 2012

26/7/11

RR 1 · El sonido ERRE


El sonido erre fuerte es fundamental. Y complejo. La lengua rebota de manera serpenteante contra el paladar, y al aire fonado [1] (el aire de la espiración transformado en sonido por el tañido de las cuerdas vocales) se le hace pasar por una especie de lengüeta humedecida y vibrante. Es una doble o múltiple vibración apicoalveolar sonora, técnicamente hablando. El resultado se parece al ruido de un pequeño motor, o a una corriente de agua, o a un trueno, o a una tela que se rasga, o a una piedra rozando contra una superficie acanalada. Todo indica movimiento, acción, porque es una actividad que tiene lugar en el tiempo. Como sucede con el sonido ‘ese’, ‘efe’, ‘ge o je’, ‘ce o ze’, ‘eme’ y ‘ene’, podemos estar pronunciando su sonido todo el tiempo que queramos (hasta quedarnos sin aire, claro), por lo que hay posibilidad de utilizarla en el habla de modo expresivo en cuanto a prolongación voluntaria de su sonido en la palabra. Platón, por boca de Sócrates, dice en el Crátilo: “Por lo pronto la letra r (ro, en griego) me parece ser el instrumento propio para expresar toda clase de movimiento.”  “Y es que consideraba (Sócrates), creo yo, que al pronunciarla la lengua no se detiene en absoluto, sino que se agita muchísimo.”

Y hay coincidencias en lo gráfico: “Se diría que incluso en su representación gráfica la misma letra parece la P marcando el paso, como decía el escritor argentino Gotardo Croce; esa combinación sonora y gráfica es la que supo aprovechar Ramón Gómez de la Serna para la greguería «RRRRRRRRR (Un regimiento en marcha)»”[2]

Desde luego es acción, actividad, energía en su forma más visible, ejecutora, externa. Puesto que, comparativamente, es la consonante más difícil de pronunciar, aquella que, como veremos más adelante hablando de la ebriedad, se elude o se omite en los estados límites de debilidad física. Digamos, en definitiva, que la R es la realización de algo en el terreno de lo real (vaya redundancia) que supone una mayor utilización de energía, lo que puede ser experimentado o bien como esfuerzo o bien como expresión de vitalidad. Y es precisamente la manifestación de ese esfuerzo en sus distintas formas, de esa vitalidad en acción, lo que la erre expresa.

Así como la Ñ podríamos definirla como una consonante que revela emociones profundamente introvertidas, la R, en el extremo opuesto, manifiesta las sensaciones más vehementemente extrovertidas.

Si tuviéramos que clasificar los sonidos en masculinos y femeninos, al sonido “erre”, indudablemente, le correspondería un carácter masculino, activo, yang, en una palabra. Y quizás el más explícito de todo el alfabeto.

Desde luego que todo sonido es vibración en sí. Pero aquí, en “erre”, la frecuencia de esa vibración es mucho menor que en “eñe”, o en “ese”, o en cualquier otra consonante, y su longitud de onda es más grande. Es una vibración mucho más tangible, más perceptible, por lo tanto. Menor frecuencia y mayor intensidad, como, en el espectro de la descomposición de la luz, las ondas vibracionales del color rojo.

¿No tendrá el sonido “erre” algo de realismo insoslayable, irrenunciable e irreprimible, esa tensión que produce siempre la cruda asunción realista de la vida, como una especie de naturalismo primario y rudo?

La utilización exclusiva del prefijo re- para expresar la repetición de una acción nos muestra claramente lo que el hecho de volver a hacer algo o de asistir pasivamente a su repetición nos supone de esfuerzo, de gasto energético. Recorrer, rehabilitar, restañar, repasar, reincidir... Algunos términos, por cierto, indican incluso repetición de un hecho cuyo significado originario se ha olvidado: Renunciar, rescatar, recuperar, repudiar, relacionar... Pero todos sabemos que son acciones dobles: “volver a nunciar”, “volver a escatar”, “volver a cuperar”, “volver a pudiar”, “volver a lacionar”... sea lo que sea que alguna vez significaron conceptualmente dichos gestos. Por lo demás, los ciudadanos podemos añadir libremente ese re inicial prácticamente a cualquier verbo, acuñar nuestro propio neologismo y, sea o no sea legal, o más o menos cacofónico, sabemos que todos nos entenderán. Siempre, claro que el verbo o el concepto no empiece a su vez con r (“reradiar”, “rerabiar”, “rereír”...)
En todo caso, se comprueba que la repetición supone una reduplicación de la energía que hay que aplicar al hecho, y el esfuerzo se constata justamente mediante el sonido erre, la exigencia de lucha, de empeño, de tesón que tal reincidencia exige.

· La “erre” es de color rojo. Lógicamente. Puesto que el rojo (color del fuego y de la sangre), es la señal de peligro, es el estímulo excitador de la muleta del torero, el color de la acción y de la pasión. Y parece bastante internacional. Italiano: rosso; inglés: red; francés: rouge; alemán: rött; Checo: rudý o rusý; euskera: gorri; gallego: rubio; etc...

· Buscando alguna palabra donde el sonido “erre” sea el primordial, sin contaminar con otras consonantes, encontramos ¡Ar!, que se se utiliza en el ejército como voz de acción: ¡Firmes, ar! Y ¡arre!, que es la orden de ponerse en movimiento dada a los animales de carga. Y además (DRAE): interjección que se usa para denotar que se desaprueba o rechaza algo. ¡arre allá! exclamación de desprecio o enfado, que se emplea para rechazar a alguno. Arrear es el verbo que denomina esa acción, y además (DRAE) dar prisa, estimular. Ir, caminar deprisa.

Con ella sola como consonante sonora hay algunas palabras más:
Ahorrar, ahorro. Corominas dice que antes de tener el sentido de ‘economizar’, se utilizaba como “librar o sacar de un trabajo, pena, pago, etc.
Arráez. 1. Caudillo o jefe árabe o morisco. 5. Jefe de todas las faenas que se ejecutan en la almadraba.
Arreo. Hay una acepción interesante: sucesivamente, sin interrupción.
Arria. El DRAE da récua, y ésta es: 1. Conjunto de animales de carga, que sirve para trajinar. 2. fig. y fam. Multitud de cosas que van o siguen unas detrás de otras.
Errar. No acertar, no cumplir, vagar, equivocarse. Es significativo el proverbio errar y porfiar, con que se reprende a los tercos (DRAE).
Herrar. Clavar las herraduras, marcar con un hierro candente los ganados, esclavos y delincuentes, poner a uno prisiones de hierro.
Hórreo. En el Corominas no aparece. Seguramente está relacionado con ‘ahorro’, puesto que es el lugar donde se almacena el grano para todo el año, intentando librarlo de la humedad y de las alimañas. Las economías siempre ha estado, popularmente, asociadas al esfuerzo por sobrevivir al invierno.
Horro. Dícese del que habiendo sido esclavo, alcanza la libertad.
Horror. Sin comentarios. Hay un esfuerzo emotivo evidente.
Horrura. Bascosidad (asquerosidad) que sale de una cosa. Escoria, cosa vil y despreciable.
¡Hurra! interj. usada para expresar alegría y satisfacción o excitar el entusiasmo.
Raer. Raspar, extirpar
Reo. Sin comentarios. También se les llamaba ‘forzados’ (palabra de la misma familia que ‘esfuerzo’).
Reír. 1. intr. Manifestar regocijo mediante determinados movimientos del rostro, acompañados frecuentemente por sacudidas del cuerpo y emisión de peculiares sonidos inarticulados.
2. Hacer burla o zumba. 5. Empezar a romperse o abrirse la tela del vestido, camisa u otras cosas, por muy usadas o por la calidad de la misma tela.
-reírse uno de una persona o cosa: Despreciarla; no hacer caso de ella.
En castellano, el concepto ‘risa’ no está exento de violencia. O si queremos decirlo más suavemente, de vehemencia y de arrebato. No en vano, podemos reírnos de algo o de alguien y, entonces, formulado así, surge a la luz la curiosa fuerza irónica, sarcástica y agresiva que estaba semioculta en la palabra.
Rey. El rey es el que más manda, el que impone las obligaciones a los súbditos. Es una R pura. Gracias a su sonido inicial, se retrata a sí misma. El rey es quien define la realidad.
Río. Corriente de agua continua y más o menos caudalosa... Una corriente es un movimiento repetitivo, constante.
Riera es una rambla, por donde bajan las aguas turbulentas de las crecidas.
Roa. Roda. Pieza de madera o hierro, que forma la proa de la nave. La que se enfrenta a la resistencia del agua.
Roer. Cortar, quitar poco a poco con los dientes... Y figuradamente: Molestar, afligir o atormentar interiormente y con frecuencia.
Rorro. Niño pequeñito. Al igual que vimos que ocurría con la Ñ (‘ñoño’), también aquí la reduplicación pura de las dos erres fuertes provoca el efecto contrario al que podría suponerse. En lugar de hacer referencia a algo exageradamente rudo y esforzado, la palabra nos expresa la ternura con la que los padres nombran a su bebé. Para mí, hay un matiz de ironía sumamente afectuosa en el término, una especie de expresión de la enorme distancia que separa aún al niño de la dureza de la vida. Y, no sé si equivocadamente o no, lo asocio con los niños y niñas que acaban de echar el primer diente, al menos. Con los niños que comienzan a roer las cosas.
Rúa. Parecido a río, en este caso, pero aquí con respecto a una corriente de personas o carretas.



[1] Palabra que acabo de inventar.
[2] Gregorio Salvador y Juan R. Lodares. Historia de las letras. Espasa Minor, 2001